
Los seres humanos somos un conjunto de vibraciones. Podemos llamar “dimensión espiritual” aquella en la cual las vibraciones son más sutiles y veloces, tanto que parecen inmóviles. En la dimensión de la psiquis (mente y afectividad), estas vibraciones van haciéndose más lentas y densas hasta llegar a la dimensión del cuerpo.
No casualmente cuando se mencionan los colores de los chacras, al Sahasrara, el chacra coronario, se le adjudica el color violeta con una llama dorada en el centro; y al chacra de la base, el Muladhara, se le adjudica el color rojo.
Somos un espectro de conciencia, como describe Wilber, una Unidad con varios colores y vibraciones: un arcoiris.
Somos siempre este arcoiris, este espectro de luz, una unidad diversificada. Evolucionar en el fondo significa armonizar y elevar nuestras vibraciones. No volvernos todos “violetas” sino que cada color sea límpido, transparente, libre, hasta el rojo, que es el más denso.
Evolucionar significa que cada dimensión de nuestro ser encuentre su lugar en nuestra vida, que los diferentes niveles, en este caso el espíritu, la psique y el cuerpo no se separen, se opongan, se opaquen, se desconozcan. Que el cuerpo reconozca al espíritu y el espíritu al cuerpo, que la psique incluya al cuerpo, que el cuerpo la reconozca y honre. Y así sucesivamente, en una conciencia de unitario fluir.
El trabajo integral incluye una mirada y atención hacia cada uno de esos niveles, y al despertar de su relación armónica: al mover el cuerpo sentimos lo espiritual y que al meditar sentimos el cuerpo. Que al contar nuestras penas o logros personales no olvidemos que todo es impermanente y que formamos una unidad con los demás seres humanos y la comunidad global.
Tratar de mirar lo psíquico desde la mayor apertura de lo espiritual.
Profundizaremos ahora en cada uno de los niveles.